La caída del segundo disco es temida. Es un obstáculo que cualquier banda naciente debe superar a fin de consolidar sus posiciones precarias de los escépticos y sentar las bases para la expansión sónica por venir. 


Obteniendo comparaciones de Portishead y Tricky desde el primer momento, The Big Pink llegó bajo el radar y robó elogios con su debút en 2009, incluyendo  el premio NME Radar al Mejor Artista Nuevo. 


Casi tres años después por fin tenemos una idea de lo que viene de Robbie Furze y Milo Cordell (hijo del legendario productor de rock de los 60, Cordell Denny) y parece que están atrapados en punto muerto detrás su debut magistral.


Al final, lo que tenemos es un disco pop decente, que recicla su sonido en vez de empujarlo hacia otras fronteras extrañas y distantes.